“Límite Rural”

 Límite Rural

Nos protegemos nosotros mismos de nuestra percepción.



Un Thriller introspectivo con tintes dramáticos. ¿Conoces bien tu propia identidad?

Sinopsis:

“Tras un inédito accidente. Un joven se enfrenta a la necesidad de recorrer diversos lugares en busca de vivir. A lo largo de su travesía, relata en persona externa todo lo que encuentra y experimenta.”


CAPÍTULO 1: “Calles Iluriosas”

No recuerdo mucho sobre mí. De hecho, el único recuerdo que tengo en la mente es aquella noche: Mís piernas, moviendose en frenesí. Como nunca en mi vida, con el aire cortando mi rostro, y el eco de mis pasos resonando fuerte dentro de la calle oscura.

La adrenalina recorría por mis venas y todo mí cuerpo, al punto de que ni los autos que pasaban cerca los veía desapercibidos. Nada importaba.Estaba completamente absorto en la carrera, sin rumbo ni razón aparente. ¿Porque corría? Tal vez fui una mala persona. Tal vez alguien que era bueno pero que por dentro albergaba monstruos. O tal vez al revés. Nadie lo sabe. Ni yo.

Lo único que sabía era que corría por algo, algo profundo, algo que ni siquiera podía entender aún. Mi cuerpo se desbordaba de energía, pero en algún momento todo se detuvo...

Un golpe seco, un latido fuera de lugar, y mi cuerpo se paralizó. Fue como si una taquicardia me hubiera tomado por completo. Podía sentir mi corazón latiendo descontrolado en mi pecho, como si fuera a estallar en cualquier momento. ¿Estaba muriendo? No lo sé. Pero sentí el peso de la adrenalina en mi cuerpo, drenándome. Me desplomé de golpe, ¡PLAF! a El sonido de mi caída resonó en la quietud de la noche. Me quedé allí, respirando profundamente, sintiendo el frío concreto bajo mí. El aire se volvió denso, como si la ciudad misma me estuviera observando.

Estuve allí por minutos, tal vez horas, quien sabe. El tiempo no era relevante, mí sumario si.

Solo respiraba, dejando que el cuerpo recuperara el control. Finalmente, me levanté, un paso tras otro, con la mente nublada pero determinada a seguir.

Caminé sin rumbo fijo, hasta que la vista de un callejón me detuvo. Un callejón limpio, inusualmente limpio para ser tan tarde. Como si estuviera esperando que llegara.Me acosté, mis ojos se cerraron casi sin pensarlo.

El frío me abrazaba y el silencio se apoderaba de mí. Un susurro se formaba en mi mente. Algo estaba por suceder, algo grande. Pero ¿qué? Eso aún no lo sabía. Solo podía esperar, mientras la oscuridad se apoderaba de mi mente y mí vigilia me encontraba...

Me levanté lentamente. Todo estaba tan extraño. Mi cuerpo parecía haberse recuperado de la extenuada corrida que acababa de realizar.

Revisé mis bolsillos: El tacto frío de la tela y del cuero me dio una sensación de bienestar, como si todavía tuviera el control sobre algo.

Saqué mi billetera, y empecé a revisar: Había cierta cantidad de dinero. No mucho, pero lo suficiente para abastecerme. Pero lo que realmente llamó mi atención fue un documento dentro de la billetera: una tarjeta de identificación. Mí foto estaba allí, mi rostro parecía borrado, pero lo que más me desconcertó fue lo que estaba tachado.

El apellido, el número, todo estaba cubierto con líneas negras y gruesas , como si alguien quisiera ocultar mí pasado. o tal vez, ni siquiera yo mismo quería recordarlo. Solo mí primer nombre permanecía visible "Elías".

Guardé la billetera de nuevo en el bolsillo, sintiendo el peso de algo que no entendía, pero que tampoco podía explorar mucho...

Las calles, tenues y opacas. Las luces de los faroles, de un rojo intenso cada vez más vibrante, como si estuviera a punto de adentrarme en un pequeño averno de la propia sociedad...

No sé en qué barrio me encontraba, pero por lo visto estaba apartado, debido a su inseguridad visible: Grupos de drogadictos se encontraban en cada esquina y vereda; algunos tan flácidos y demacrados que me hacían pensar que ya no pertenecían vivos en este mundo.

En los callejones, podías ver varias cosas ocultas: pastillas, jeringas, bolsas ensangrentadas en los tachos de basura, fajas, y mas cosas de las que no me gustaría mencionar.

Caminé por las aceras, evitando las sombras profundas y las luces intermitentes de los faroles. Solo sabía que tenía que abastecerme en otro lugar...

Por suerte, encontré una tienda. Mi cuerpo tenía ganas de tomar algo:

-¡Una sprite porfavor!- Le dije a la kiosquera mientras atendía con una mirada amarga y cansada.

-De todos los lugares para caminar, decidiste comprar aquí?-preguntó la señora mientras me entregaba la bebida.

-Acabo de tener inconvenientes.- Respondí con un toque irónico.

-Mira, te recomiendo que vayas a la otra avenida que está a unas 15 cuadras más allá. Hay un hotel rentable. No es tan bonito, pero podrías pasar la noche ahí.-

Algo me decía que ella no estaba aquí por gusto, sino porque no tenía otra opción.

-Lo tomaré en cuenta, ¡gracias!- Le respondí mientras le entregaba el dinero y salía desde su puerta...

Seguí el rumbo hacia la dirección que me había señalado la señora. Las puertas de las casas estaban completamente cerradas, las ventanas completamente negras, y cada uno de mis pasos parecía hacerse más denso, más largo.

La calle era desolada, una quietud inquietante se apoderaba del aire.

En la vereda izquierda, vi una figura desmoronada: un vagabundo. Sus ropas sucias y su postura quebrada daban cuenta de una vida que se arrastraba por el suelo.

Con una voz rasposa y seca, pedía monedas a la gente que apenas pasaba por la calle, como si su presencia fuera invisible:

—¿Una monedita, por favor? Necesito hacerme una operación… —dijo el hombre, su rostro arrugado y cansado.

Me quedé mirándolo. Minutos y minutos pasaban, pero nadie se detenía. A pesar de lo vacía de la calle, las seis personas que pasaron frente a él ignoraron su pedido, como si no les prestarás atención cuando pisas una hoja que cayó de un árbol.

Solo un vecino, que asomó la cabeza por la ventana, rompió el silencio:

—¡OYE! ¿No te cansás de repetir siempre lo mismo a cualquiera que pase por acá? ¡Anda a buscarte una vida o acomodate abajo de un puente hasta que te coman los gusanos! ¡Deja de joder un toque, Repugnante viejo! —gritó con furia desde su ventana.

El vagabundo cerró la boca. Su rostro se tornó inexpresivo, y sus ojos, que antes suplicaban, se vaciaron de toda emoción.

Fue un silencio profundo, casi palpable. Probablemente esas palabras lo habían golpeado por dentro, tal vez más de lo que él mismo estaba dispuesto a admitir.

Después de todo, aquellos eran los mismos que lo miraban como un ser fuera de color Y en su mente, en su corazón cansado, ya preveía ese terrible destino: ser uno más en la sombra, olvidado hasta que la vida decidiera convertirlo en polvo.

“En el mundo, cualquiera es capaz de molestarse por una pequeñez insignificante, pero rara vez se toma en cuenta una atención importante.”

Luego de esto seguí caminando hacia el alquiler que me habían propuesto para pasar la noche...


CAPÍTULO 2: “Noche larga”


—Una habitación, por favor —le digo al recepcionista del hotel.

—¿Planeas quedarte una noche? —preguntó con amabilidad, inclinándose un poco hacia mí.

—Ya veré luego—respondí, esquivando los detalles.

—Está bien, son 15.000 ¡El primer día está en oferta! —añadió con una sonrisa para aligerar el ambiente.

-Saqué el dinero, se lo entregué, y justo cuando me iba a retirar, el hombre me detuvo con una pregunta.

—¿Ya recorriste allá atrás, verdad? —dijo, señalando hacia la calle que había dejado atrás.

—Sí, vi un par de cosas—le respondí sin preámbulos.

—Ya veo... Es raro como unas cuadras pueden hacer una gran diferencia verdad? Pareciera que este barrio estuviera dividido en dos.

—Interesante. ¿Alguna vez has tenido inconvenientes por eso? —le pregunté de curioso.

—¡Ufff! —exclamó mientras soltaba una breve carcajada amarga—. Varias veces. Mayormente por cosas como gente contrabandeando droga, cosas por encargo o peleas entre vecinos. Pero el caso más grave... —hizo una pausa mientras apoyaba ambas manos sobre el mostrador— fue una vez que intenté separar a dos huéspedes. Uno de ellos tenía un cuchillo, ¡enorme! De esos de carnicero, ¿sabes?

Asentí, intrigado.

—El tipo se lanzó contra la otra persona, y claro, yo estaba en el medio tratando de calmarlos. Y bueno, ya sabrás... —Levantó la manga de su camisa, dejando a la vista una cicatriz larga en su brazo.

—¿Y qué pasó con el agresor? —pregunté, intentando conectar las piezas.

Bueno, digamos que atacar a lguien de esa manera tiene consecuencias. Le quitamos el cuchillo, lo golpeamos un poco y lo llevamos a la comisaría. Aquí los policías siempre llegan después de todo, así que quedó en manos de la ley. Pero... —Se pausó mientras apretaba sus labios por dentro— cuatro días después lo vi caminando por la calle de nuevo... Y el vecino con el que peleó esa noche no lo dejó pasar. Se le acercó directamente con una Ballester Molina. ¿Sabes lo que hacen cuatro disparos de un calibre 11?

Asentí otra vez, pero esta vez no dije nada...

--Entonces creo que sería mejor no describirtelo...-

Su mirada quedó fija por unos instantes, como si estuviera recordando ese momento. Luego sacudió ligeramente la cabeza y volvió a su tono profesional.

—En fin, está es tu llave de tu habitación. Es la número 10. Tienes agua, cocina y baño. Cualquier cosa que necesites, me avisas va?

-Por supuesto - le respondí mientras luego me dirigí a mí habitación.

Entro a la habitación, y lo primero que noto fue el tono deslumbrado de las paredes. Un blanco malgastado que hacía evidente que no recibió una nueva capa de pintura hace tiempo. Sin embargo, el suelo contraresta bastante: las cerámicas parecen recién instaladas, lisas y pulidas, como si hubieran intentado compensar el abandono de otros detalles. Es una habitación pequeña y sencilla, tampoco puedo exigir demasiado.

Me siento en la cama. De pronto, mis ojos se fijaron, casi de manera automática, en un punto vacío frente a mí: la taza de agua sobre un mueble blanco. Permanecí así, inmóvil, notando cómo mi respiración llenaba el silencio tenue y contando los niveles de mí respiración: Inhalando siete segundos, exhalaba en cinco. Un ciclo constante que, aunque no me relajaba por completo, al menos mantenía mi mente ocupada.

Entonces, un sonido interrumpe mi trance. Una alarma!

El ruido es bajo, como si estuviera cubierto por algo. levanto la sábana de la cama. Ahí esta: un reloj.

Probablemente era del huésped anterior, y digo era porque ahora es mío.

Sencillo pero atractivo: negro, con una tapadera resistente y un diseño que transmitía cierta elegancia. fáciles de manejar, y la fluidez de sus manecillas resultaba casi hipnótica. Me preguntó cuánto vale ¿Unos 20 mil Quizas? De todas formas, que importa, ya me encariñe.

-----------

Me siento agotado, he recorrido mucho esta noche. Mejor me serviré un vaso de agua y trataré de acostarme...

Cerré los ojos lentamente, intentando dormir. Pero algo no estaba bien. Mí mente funcionaba como una máquina inatajable, lanzando pensamientos y escenarios aleatorios, como una voz interior que no se callaba. Me moví de izquierda a derecha, cambiando de posición una y otra vez, buscando un lugar cómodo desde la cama. Mis ojos se abrían y cerraban por segundos.

Solté un largo suspiro frustrado por mi incapacidad de dormir. Me levanté nuevamente para tomar agua, esperando a que el líquido fuera un tranquilizador mágico. Pero no funcionó. Volví a la cama, repitiendo el ciclo de acostarme y cerrar los ojos, pero el sueño seguía siendo esquivo.

El tiempo parecía detenerse. Sentía como si hubiera pasado una eternidad con los ojos cerrados, pero aún no lograba dormir. ¿Que es lo que me mantiene tan despierto?

Me siento cansado, pero al mismo tiempo, una extraña energía recorre mi cuerpo, como si estuviera alerta sin razón. Arrojé la frazada al suelo. Quizás mi cuerpo está agobiado.

Dejaré que el ventilador me refresque un poco.

Al tiempo el frío me obligó a volver a taparme de nuevo. Escucho voces. ¿Es mi mente jugando conmigo, o esta entrando en un estado entre el sueño y la vigilia? Mi mano descansa en mi pecho, sintiendo cómo mi corazón late en un ritmo errático: lento y rápido a la vez, como si estuviera asustado sin motivo aparente.

Todo me incomoda. Incluso el sonido de mi propia respiración de la boca me irrita.

"Cálmate", me dije. "Respira hondo por la nariz. Piensa en otras cosas. No dejes que tu mente sea una máquina descontrolada; tú la controlas, no ella a ti".

Poco a poco, empiezo a sentir que me tranquilizo. Creo que finalmente estoy logrando dormir. Pero... ¡PUM! un disparo resuena en el exterior.

Abro los ojos sobre exaltado, me levanto y dirijo mí vista hacia la ventana, viendo el presunto problema que transcurre afuera del hotel .

una señora, dos señores, y un sujeto con un arma. El agresor les está apuntando con una furia contenida.

—Les dije que iba a venir un día de estos! —gritó el hombre, con voz temblorosa pero firme.

—No tiene que ser así — dice uno de los hombres buscando razonar.

—¿Ah, no? ¡¿Ahora quieres piedad?! ¿Y vos cuándo la tuviste conmigo?, Lacra Inmunda!

Sigo observando mientras me pregunto qué habría llevado a ese momento. ¿Una Traición?, ¿Un ajuste de cuentas? No sabría decirme. Pero fuera lo que fuera, no quiero involucrarme. Cierro la cortina, regresó a mi cama y me obligaré a apartar el incidente de mi mente. No es de mi incumbencia.

"Concéntrate", me digo a mí mismo, "Cierra los ojos. Deja de sobrepensar. Mañana verás qué hacer con tu vida"

De pronto el tiempo pareció adelantarse como una elipsis:

La claridad y luz de la mañana me despertó. Los sonidos de los pájaros cantando y la luz azulada del día se filtra por la ventana. Mis ojos estan irritados y mi cuerpo pesado. Miró el reloj: las agujas marcan las 8 de la mañana.

Otro nuevo día a empezado.

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